Hemos planteado cuestiones, que podrían parecer un tanto complejas e interminables. Sin embargo, el cuestionarnos si hemos sido constructores de nuestra moral, partícipes de nuestra cultura y creadores de nuestro entorno, es para esclarecer en nosotros mismos, cuál es límite que tenemos.
La moral no es mas que un grupo de ideas, normas conjugadas por y en la sociedad, creadas por nosotros mismos, al ser parte de esa sociedad. Pero, también es la misma sociedad la que califica a los actos como buenos o malos, y ese efecto produce una actitud en la persona; esa persona emite un juicio y en consecuencia una acción. Y es un círculo vicioso interminable, donde al final lo único relevante es el juicio que la sociedad hace sobre nosotros.
Y honestamente que desilusión, pues no es grato darse cuenta de que todo aquello que hagamos en gran medida es para complacer a otros y quedar bien.
Quizá en este punto, podríamos llegar a pensar que no siempre es así, siempre hay una excepción, y que a muchos de nosotros no nos interesa quedar bien con nadie, y que lo único verdaderamente importante es ser uno mismo, y a quien le guste bien, y a quien no pues mucho gusto.
¿Pero eso no sería tener poca moral?
El punto es reflexionar. ¿Cuáles son nuestras conductas? Y a raíz de eso, reconocer cuales son nuestros límites.
Hacia dónde se dirige nuestra voluntad, porque sin ella no seremos capaces de crear lo que realmente necesitamos, y tampoco podremos conseguir los objetivos que planeamos.
Ya lo mencionaba Schopenhauer en su obra "El mundo como voluntad y representación" donde él inicia ésta obra con la frase: "el mundo es mi representación" y parte de la premisa de la limitación del conocimiento humano. Explica que nadie puede salirse de sí mismo, para identificarse directamente con las cosas distintas a él; todo aquello de que se tiene conocimiento cierto e inmediato se encuentra dentro de la conciencia. Shopenhauer planteaba una voluntad de vivir, en el que las cosas vivientes se encontraban motivadas por la sustentación y desarrollo de sus propias vidas.
A diferencia de Nietzsche que plantea una voluntad de poder, en la que las cosas vivientes no sólo se encuentran motivadas por la mera necesidad de mantenerse vivas, sino, que en realidad tenían una gran necesidad de ejercer y utilizar el poder para crecer y expandir su fortaleza. Y que en definitiva, el hombre que guía su vida según su voluntad, es un hombre que intenta superarse a sí mismo, para mejorarse en todas sus facetas.
Y con esto, entonces; ¿de qué somos capaces?
de tan sólo asistir a nuestro trabajo, escuela; de intentar tener una bonita relación de pareja, de cumplir en casa, y estar bien con la familia, de no dejar el trabajo, administrar las cuentas y que alcanze para uno que otro lujo.
¿Nos aplaudimos? Parecería una broma, pero en realidad esa es nuestra vida. Hemos decidido bajo nuestra voluntad limitarnos a vivir eso, porque quizá así nos enseñaron, y esto que vivimos, es y será nuestro progreso.
Pero, ¿en verdad sólo somos capaces de hacer eso? ¿Hasta aquí llega nuestro límite?
Permítanme recordarles que no hay caminos trazados, no hay recetas mágicas, no hay libros con fórmulas que nos indiquen una verdad absoluta. Sólo hay decisiones, y esa es la única que en verdad cuenta, y lo mejor es que la decisión es nuestra.
La decisión, nosotros la creamos, ¡es nuestra! ¡nosotros la provocamos! ¡la realizamos!
Pero es justo en este momento, en el que le damos la bienvenida a un enemigo público, ese enemigo oculto en nuestro pensamiento, escondido en lo que sentimos, que se asoma a veces en lo que vivimos, y esta presente en cada decisión que tomamos: el miedo.
Ese espantoso miedo que sentimos de equivocarnos en nuestra decisión.
El miedo de quedar mal o hacer el ridículo.
El miedo de estar solos o hacer una vida en pareja.
El miedo de aceptar que cometemos errores, reconocer que nos somos perfectos.
Aceptar que no soy ni mejor, ni peor de lo que yo quiero ser.
El miedo tiene más que ver con nuestros actos, que el placer que podemos tener por nuestra vida.
¿Cuántas cosas hemos hecho a raíz del miedo?
Y ¿por qué no disfrutar lo que hacemos? Si ya tenemos la voluntad de decisión. La libertad de decidir un momento feliz, o un momento triste. Decidir vivir un éxito o un fracaso, ya lo decía Gibran Jalil Gibran: "Seréis libres de verdad, cuando vuestros días no transcurran sin cuidado alguno, y vuestras noches sin algún deseo y algún pesar. Y si es un temor lo que pretendeís disipar, recordad que su sitial está en vuestro corazón".
¡Liberémonos! Que nuestros límites nos lleven a otros límites. ¡Decidamos! ¡Actuemos! Sin miedo, sólo por el gusto de ser lo que somos.
Porque en la vida no todo es tan bueno y nada es tan malo, pero si suficiente y esto es lo que nos enseña la filosofía del limón.
Un limón que consideramos en su mayoría amargo, pero hay que exprimirlo para conocerlo, acompañarlo de otros ingredientes para disfrutarlo, o simplemente saborearlo gota a gota. Así también la vida, decidan, expriman, saboreanla, acompañenla o hagan con ella lo que decidan, sin importar que tan amarga pueda parecer, siempre tiene ese toque disfrutable. Ya saben que por ahí hay un dicho: si la vida te da limones...
No hay comentarios:
Publicar un comentario